Archive for the ‘ arte ’ Category

Yo solía ser tú

De Kyoko Hamada.

Traducción del artist statement:

Kikuchiyo-san es un personaje ficticio. En vez de estar en mi zona de confort detrás de la cámara, soy el sujeto que enfrenta la lente. El ir y venir de Kikuchiyo-san en su propia casa y fuera en el mundo -y las naturalezas muertas que se van intercalando- me hacen recordar mi tendencia a reflexionar sobre cosas que tengo justo delante, así como cosas que nunca voy a entender.

La primera vez que me probé su peluca gris, el maquillaje de látex y su ropa, contemplé el espejo durante mucho tiempo. Mi reacción inicial fue sonreír, pero pronto empecé a sentirme incómoda. La cara arrugada que me devolvía fijamente la mirada se parecía a la mía con treinta años más. Cuando sonreía, me devolvía la sonrisa. Cuando hacía una mueca, ella también. Fue la primera vez que la conocí, pero era al mismo tiempo alguien que ya conocía bastante bien y alguien de quien no sabía nada.

A diferencia del sentimiento evocado por la pintura en «El retrato de Dorian Gray» de Oscar Wilde, mirar a Kikuchiyo-san en el espejo me hacía sentir una mezcla de humildad, humor y una tierna familiaridad. No sé exactamente cuándo empecé a interesarme por el envejecimiento, aunque se me ocurren diversas razones por las que ahora pienso en ello. Pequeñas pérdidas como la de mi café de la esquina favorito, sustituido por una cadena de droguerías, y encontrarme las primeras canas sueltas en el pelo. O, pérdidas mayores como la muerte de mi padre y el desastre de hace un año en marzo en Japón. En junio, Kikuchiyo-san habrá estado conmigo durante cuatro años; un recordatorio de que el tiempo y la vida están siempre en movimento.

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Hiroh Kikai, fotógrafo «clásico»

El japonés Hiroh Kikai es un apasionado fotógrafo clásico: su obra se basa en el retrato entendido como un duelo entre dos sujetos, el que está delante y el que está detrás de la cámara. Retrato callejero pero aislando al sujeto del contexto para posibilitar que emerja su alma. Todo en riguroso blanco y negro. Y además sobre película fotosensible que revela en un cuartito de su casa. Sus retratos flotan en aquel universo atemporal que otros exploraron también, a saber, Diane Arbus, Walker Evans, August Sander, Richard Avedon…

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En El País publicaron un artículo -con motivo de una exposición en Madrid (y que hasta mañana hay tiempo de ver)- donde daba detalles de su método de trabajo y filosofía:

(…) No lleva una idea premeditada. Necesita ver que el aura de alguien le dice: «¡Fotografíame!». Entonces se acerca y le retrata, sin preparación. Explica que si lleva a la persona a un estudio pierde naturalidad y él quiere mostrar al ser humano como es. Si ve a su modelo muy tenso, utiliza el truco de decir que se ha encasquillado la cámara. Cuando el retratado baja la guardia y se relaja, Kikai dispara. Así saca la esencia del ser humano. Para él es fundamental que sus fotos sean atemporales, por lo que recurre al blanco y negro, que además es más sugerente, hace imaginar al espectador. Insiste en la importancia de sus retratados como seres individuales, de ahí sus fondos planos, neutros, para que la figura sobresalga.

(…) Compara a los pintores con los fotógrafos: «En un retrato se muestra tanto el alma del modelo como del que lo representa, ya sea a través de un disparo fotográfico o de los pinceles».

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Todos los retratos pertenecen a Persona (2003), una colección de retratos realizados en el barrio de Asakusa de Tokio, el cual Kikai ha explorado a fondo durante más de 30 años. Las fotografías se imprimieron en quadtone.

El mapamundi de Vik Muniz

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WWW (Mapamundi), de la serie de imágenes de chatarra (2008). 249,2 x 101,6, C-Print digital.

Esta imagen forma parte de una serie de fotografías de grandes composiciones realizadas con materiales abandonados. Vik Muniz fotografía los distintos elementos en diagonal, lo que le obliga a crear una imagen distorsionada que sólo es “correcta” desde el punto de vista de la cámara. Aunque parecen imágenes de dos dimensiones, los elementos en primer plano son mayores que los del fondo. Con la serie, Muniz reflexiona sobre la naturaleza de los desechos: «lo que nos dicen acerca de nosotros mismos y acerca de nuestra actitud hacia el futuro».

La responsabilidad del coleccionismo

Aunque ella se defina como coleccionista, Cindy Mack la calificaría también como artista. Y es que Patricia Phelps de Cisneros es una mecenas venezolana para la que “coleccionar es un placer, pero sobre todo es una responsabilidad. La responsabilidad de investigar, de generar conocimiento y de compartirlo con los demás”. He aquí algunos fragmentos de una reciente entrevista.

Retrato de Patricia Phelps en el Caixa Fòrum de Barcelona, por Xavier Cervera.

Retrato de Patricia Phelps en el Caixa Fòrum de Barcelona, por Xavier Cervera.

(…)

Pese a su magnitud, la Colección Patricia Phelps de Cisneros no cuenta con una sede permanente de exhibición. ¿Cuál es la razón?

La decisión de no construir un museo propio la tomamos muy tempranamente. No hubo dudas. Nos dimos cuenta de que la mejor manera de servir a nuestra misión, la de dar a conocer el arte y la cultura latinoamericana, era creando un programa muy activo de préstamos. Que las obras viajaran de aquí para allá y pudieran ser contempladas por un público lo más numeroso y diverso posible. En este momento debemos tener entre 400 y 500 piezas viajando por el mundo.

Una apuesta valiente. Hasta los museos son cada vez más reticentes a que las obras salgan de sus edificios.

Es que no tengo ningún sentido de la propiedad, no la merezco. Siento que estoy aquí, en este mundo, para cuidar estas obras, para darlas a conocer, para estudiarlas, para servirlas… Para servir al público que esté interesado… Coleccionar no es acaparar un cierto número de objetos sin sentido. Lo fácil es comprar. Lo dificultoso es cultivar el conocimiento de lo que atesoras. Y en este sentido no se me ocurre mejor aliado que un museo. ¿Qué mejor paredes para mostrar nuestras obras que el MoMA, la Tate, el Macba o la Fundació Miró, donde presté una Constelación para la gran exposición Miró? Y volviendo a su pregunta anterior, el por qué no tenemos un museo, le diré también que no me parece justo imponerles ese legado a nuestros hijos. No sería correcto pedirles que se hagan cargo de la colección cuando sus intereses pueden ir por otro lado…

Esa voluntad pública de la colección, ¿existía ya en el origen o se fue gestando poco a poco? ¿Qué es lo que despertó sus ganas de compartir?

Mis padres no eran coleccionistas, aunque el coleccionismo siempre formó parte de mi vida gracias a mi bisabuelo, William Henry Phelps, ornitólogo e intrépido explorador, que reunió la colección privada de aves tropicales más extensa del mundo. Era muy riguroso en los procesos de conservación y documentación. Creo que de ahí viene mi impulso por coleccionar y también la idea de que poseer sólo es una faceta del coleccionismo y que el estudio, el cuidado y la difusión del conocimiento es lo que lo que enriquece el proceso. Pero en todo caso nunca me propuse ser coleccionista o hacer una colección. Ha sido algo muy orgánico que ha ido creciendo poco a poco. La colección Orinoco, por ejemplo, nace a raíz de nuestras expediciones por el Amazonas venezolano, cuando nos damos cuenta de que la cultura de los pueblos indígenas estaba desapareciendo. Y es entonces cuando lo que hasta entonces habían sido recuerdos de viaje empiezan a formar parte de una colección sistematizada pensada para preservar una cultura y darla a conocer a los demás. La colección Orinoco cuenta hoy con 1.400 objetos etnográficos de doce grupos indígenas y la han visto más de siete millones de personas en todo el mundo. Me siento muy orgullosa. Pero usted me preguntaba por el origen, y creo que tiene que ver con la Venezuela en la que me crié.

¿Cómo recuerda la Venezuela de los años 50?

Era un escenario de incomparable modernidad, producto de la riqueza petrolera. Vivimos rodeados de arquitectura moderna.. Pienso por ejemplo en las Nubes flotantes de la Universidad de Venezuela, que es el Calder más grande del mundo… Yendo al colegio podías ver obras de grandes artistas como Alejandro Otero, Gego, Carlos Cruz-Diez, todo eso marca una sensibilidad, claro.

Hasta ahora ha hablado de responsabilidad, pero imagino que en el coleccionista hay también mucho placer.

Sí, claro, el placer de descubrir o de seguir una obra, el placer de encontrarla, de adquirila , de disfrutarla, el placer de la mirada es importantísimo. Es divertido y te llena el alma. Aunque las obras que adquirimos son para el acceso público, el placer de tenerlos para tu mirada, en tu propia casa, antes de que salgan al mundo, es un placer enorme. No hay obra que no ame.

¿Cuál ha sido su última adquisición?

Una obra de un joven artista de 18 años comprada hace unas semanas en Maracaibo. No diré su nombre, nunca lo hago, para no ser injusta con el resto. En la actualidad estamos apostando por artistas no ya emergentes sino preemergentes,.. Tenemos una suma de dinero muy modesta que es la que estamos dispuestos a gastar, porque eso nos obliga a buscar, a descubrir nuevos talentos. En el tope está el reto. Es más arriesgado pero hasta ahora he disfrutado de todas las obras que hemos comprado.

¿Todas cuelgan en un momento u otro en su vivienda?

Sí, prácticamente todas, Y a veces las más valiosas no están en el salón, a la vista de todos, sino en mi dormitorio.

El MoMA, la Tate, el Pompidou están comprando mucho arte latinoamericano… El director del Reina Sofía, Manolo Borja-Villel, tiene también la mirada puesta en Latinoamérica. ¿A qué responde este interés de pronto tan generalizado?

La aspiración final es que cuando tengamos otra entrevista dentro de diez o quince años ya no tengamos ya que hablar de la promoción de los valores culturales latinoamericanos porque su arte esté ya integrado en los museos. Esa es una batalla que está ya librada en lugares como el Macba, donde desde el principio en sus paredes cuelgan artistas sin importar su procedencia geográfica. Me encanta ese museo y mantenemos con él una relación estrechísima. Es lo mismo que sucedía en los primeros años del MoMA… Y estoy muy ilusionada con la Fundación Museo Reina Sofía, me parece un sueño muy hermoso el que impulsa Manolo Borja-Villel, la creación de una red de museos y coleccionistas del Sur con Madrid como eje central. Será algo grande, seguro.

¿Es el gran momento de Latinoamérica?

Sí, sin duda, y en ello también tiene que ver, qué duda cabe, el boom económico que está viviendo prácticamente toda Sudamérica, con algunas excepciones. Eso está provocando un renovado interés, aunque siempre he pensado que para Europa Latinoamérica ha sido una parte integral de su conciencia y ahora están intentando integrarlo. ¿Por qué ahora? Los medios de comunicación, con internet a la cabeza, hace que nos volvamos más hermanos, más curiosos los unos hacía los otros. Latinoamérica tiene que dar mucho en cultura y en arte. Siempre hemos estado en la vanguardia. Incluso en la época de la colonia Venezuela produjo muebles como la butaca, cuyo origen es la silla indígena, reclinada hacia atrás. Hasta entonces las señoras, con sus enormes vestidos, se sentaban en el extremo de la silla, de lo más formales, y colocaban la butaca en el dormitorio, para relajarse. Es un pequeño detalle, pero ese es un ejemplo de algo muy vanguardista que luego daría la vuelta al mundo. Cuando nos fuimos de llas mujeres las tenían en sus dormitoriso pero se relajaban. Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay… fueron centros importantísimos del modernismo.

(…)

Otros enlaces de interés: acceso a la exposición «La invención concreta» en el Museo Reina Sofía de Madrid.

Calligraffiti de Niels Shoe Meulman (II)

Paralelamente a su trabajo artístico, Niels Shoe Meulman realiza campañas publicitarias y se encarga de la dirección de arte o la estrategia de marketing de distintos proyectos. A continuación, algunos ejemplos destacados:

Shoe diseñó el packaging completo de la Bols Genever - Amsterdam Gin.

Shoe diseñó el packaging completo de la Bols Genever – Amsterdam Gin.

 

Customización de vehículo Mercedes-Benz para campaña publicitaria.

Customización del vehículo Mercedes-Benz que esponsorizó la campaña contra el cáncer de mama Pink Ribbon en Holanda.

 

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Para Unruly, creó una línea de pañuelos de seda de lujo.

 

Y como última muestra, su participación en el spot de Louis Vuitton coordinado por la agencia Ogilvy Paris, realizando uno de sus calligraffitis sobre el ring durante el anuncio.

Calligraffiti de Niels Shoe Meulman (I)

 

Niels Shoe Meulman es un artista visual, diseñador, graffitero y director de arte holandés cuyas obras forman parte de las colecciones permanentes del Stedelijk Museum de Amsterdam y del San Francisco Museum of Modern Art, así como de numerosas colecciones privadas. Fue él mismo quién acuñó el término calligraffiti para referirse a su trabajo, fruto de la fusión entre caligrafía y graffiti, en 2007 cuando organizó una exposición en Amsterdam con ese nombre. Desde entonces, sus calligraffitis se han podido disfrutar en varias exposiciones en Europa y América del Norte.

¿Otro tipo de pictorialismo?

«Keep them sweet» (2010) de Maisie Maud Broadhead (145 x 106,5 cm). Es una de las obras fotográficas que se exponen hasta el 20 de enero de 2013 en la National Gallery de London, dentro de la exposición Seduced by Art: Photography Past & Present. Esta fotografía hace referencia al óleo de Simon Vouet, «La Riqueza», pintado entre 1635 y 1640 (actualmente en el Musée du Louvre). Aún siendo prácticamene iguales -dejando aparte los pañales-, llama la atención que la fotografía resulte más estática que la pintura.

Cara a cara en Valladolid

La Sala Municipal de Exposiciones San Benito de Valladolid inaugurará mañana miércoles la muestra ‘Cara a Cara‘, formada por más de un centenar de obras fotográficas pertenecientes a la prestigiosa Fundació Foto Colectania de Barcelona. Obras de creadores como Cristina García Rodero, Alberto García-Alix, Juan Manuel Castro Prieto, Català-Roca, Joan Colom, Gabriel Cualladó, Ramón Masats, Humberto Rivas, o Javier Vallhonrat podrán verse en esta muestra única «realizada especialmente para Valladolid», según ha confirmado la Fundación Municipal de Cultura en un comunicado recogido por Europa Press.
La fotografía cambió la manera de mirar y pensar el arte por conceptos tan elementales como la captación del instante, el movimiento y la perspectiva y los retratos en la pintura también sufrieron a mediados del siglo XIX la transformación provocada por la fotografía: por un lado con la democratización de las Cartes de Visite y, por otro, por el cambio de paradigma que suponía posar durante segundos y no durante largas sesiones que duraban varios días.
Esta exposición nos recuerda que «la fotografía de retrato ha sido uno de los géneros más atractivos de este medio porque nos remite a algo muy próximo: nosotros mismos y los otros».
Cara a cara‘, que podrá visitarse hasta el 13 de enero de 2013, quiere ser un repaso por diferentes subtemas de este género como los primeros planos, los retratos de grupo, la gestualidad corporal, los niños y adolescentes, los personajes célebres o los autorretratos y, además, es también un recorrido por la fotografía española desde los años 50 hasta hoy a través de la colección de la Fundació Foto Colectania.
Humberto Rivas repetía que en las sesiones fotográficas, precisamente por la consciencia del retratado ante la cámara, se establecía una disputa, a veces una dura lucha, entre la imagen que quiere mostrar el retratado y aquello que pretende desvelar el fotógrafo. Los fotógrafos saben que en este cara a cara suele haber un vencedor.

Entrevista a Simon Norfolk, fotodocumentalista

«Paisajista de campos de batalla», así se define en su website. Simon Norfolk, inglés de 50 años, criado en Nigeria y recién casado, lo tiene muy claro. Utiliza la fotografía para cuestionar y denunciar desde la izquierda los conflictos armados que mantiene el «imperio» británico. «¿Para qué pagamos armamento nuclear? ¿Por qué somos los cornetas del imperio americano en sus ingenuas y sangrientas aventuras por Iraq o Afganistán? ¿Por la ilusión de seguir siendo imperio? ¿Cuántos hospitales dejamos de construir por ese delirio? ¿Cuántas escuelas?», son algunas de sus reflexiones. He aquí la entrevista que le hizo Lluís Amiguet para La Contra el pasado 10 de septiembre.

Simon Norfolk, autoretrato.

En Bosnia, los serbios me dijeron: «¿Se ha enterado del asesinato de las monjas del convento?».


«¿Qué convento?», pregunté yo alarmado cogiendo ya la cámara…


«Aquel convento de la colina. En 1358».

Eso es conciencia de la historia.
Es que los occidentales -los americanos, que empiezan cada guerra como si fuera la primera, y los británicos, que les hacemos de subalternos- vivimos un presente amnésico que apenas recuerda las tres últimas semanas, pero otros pueblos viven en un hoy de tres mil años. Como Afganistán.

Una historia que es una guerra.
Yo no espero que nuestros soldados sean historiadores, pero deberíamos recordar que ya es la cuarta vez que los británicos intentamos invadir Afganistán.

Y diríase que de nuevo sin resultado.
Por muchos afganos que matemos, no los convertiremos en demócratas parlamentarios. Ellos no tienen prisa. Hace tres mil años que luchan y mueren: contra los persas, Alejandro Magno, la URSS… Y nosotros sólo somos los últimos invasores.

Si tienes tiempo, nunca pierdes.
Nosotros tenemos relojes y ellos tienen el tiempo. Recuerdan la guerra contra los persas como los serbios a las monjas asesinadas en aquel convento y les ponen a sus hijos los nombres de los generales que la ganaron.

¿Qué hace usted en Afganistán?
No crea que no me lo he preguntado. Ahora que me he casado, también mi mujer se lo pregunta. Cuando pararon mi coche en Kabul y nos robaron pistola en mano -diez segundos eternos- me lo pregunté.

¿Y…?
Hay fotógrafos de guerra que le dirán que están allí pero que no creen en la política y que sólo les importan esos niños mutilados. Y otros que viven una fantasía de glamur y riesgo a lo Robert Capa, que empieza al amanecer entre bombas y acaba en la noche en un casino con Grace Kelly a su lado…

¿Y usted?
El fotógrafo sin convicciones políticas acaba siendo un cínico, y el del casino ya lo es. Yo creo que podemos decidir la historia y que la política, o la hacemos o nos la hacen. Hay guerras que merecen la pena, y Afganistán no es una de ellas. Ahora nos preparan para aceptar que hemos vuelto a perderla.

¿Qué es usted?
Ni un pacifista ni una oenegé. Creo que la avaricia humana crea sistemas de dominación económica de unos pocos sobre la mayoría. Y la guerra es el principio violento de ese expolio. Para que el uno por ciento acumule billones, muchos niños son mutilados por las minas cuando van a la escuela.

Afganistán atacó a Occidente el 11-S.
Fue Al Qaeda, refugiada en Afganistán, no los afganos. Para acabar la guerra entregaron a Bin Laden, pero EE.UU. prefiere seguir el plan que dé más votos. Para denunciar cosas como esa hago fotos.

Con alto valor estético: hoy se exponen en museos de arte contemporáneo.
Esa estética es sólo el envoltorio con el que intento difundir mejor mis ideas.

¿Por qué trabaja con placas?
Porque cada clic me cuesta 18 euros y eso me obliga a pensar mucho antes de disparar. No soy el fotógrafo que llega con la digital a la guerra y dispara y dispara… doscientas, trescientas fotos. Y luego se va al hotel y ante el ordenador busca la buena.

Creí que era lo habitual.
Yo busco la buena antes de disparar. Y esa búsqueda empieza en bibliotecas y museos años antes. Así descubrí fotógrafos del imperio que ya siguieron al ejército británico en Afganistán en 1878, como John Burke.

¿Y eso da para vivir?
Coleccionistas como la señora Morgan (de Morgan Stanley) o la señora Sachs (de Goldman & Sachs) compran mi obra.

Caray.
Para donarla a museos. Piense que así obtienen deducciones fiscales hasta veinte años antes de hacer efectiva la donación.

¿Eso es coherente con su militancia?
Eso también permite a los afganos ver mi obra gratis en internet, aunque tal vez la señora Sachs cuelgue mi foto en el salón porque hace juego con sus cortinas.

¿Le molesta combinar con las cortinas?
El autor sabe que en cuanto acaba una obra pierde el control sobre su significado. Y con el dinero de Sachs hago fotos que dirán a nuestros nietos que no todos estábamos de acuerdo con invadir Afganistán y que algunos hicimos algo para explicarlo.

También su ego estará en el museo.
Muchas fotos de esas invasiones son igual de buenas con o sin firma.

¿Está en lo suyo para la posteridad?
La primera vez que fotografié un genocidio fue en Ruanda: una fosa con dos mil cadáveres. Y a un ruandés destrozado explicándome cómo habían violado y descuartizado a machetazos ante él a su mujer y sus hijos.


¿Para qué me daba aquel material? ¿Para que ganara algún premio y que mi editor me diera unas palmaditas en la espalda? ¿Para correr a contarlo al pub?


Cuando fotografías aquel horror firmas un contrato moral con las víctimas que te compromete a convertir su sufrimiento en un testimonio. Para que no vuelva a pasar. Si no lo cumples, sólo eres un explotador más de su desgracia.

Making of de una ilustración

Se llama Miguel Endara y, además de trabajar como desarrollador web, es ilustrador. Desde hace tiempo, el mundo lo conoce por sus cuidadas ilustraciones, sobre todo desde que grabó y editó el proceso de creación de «Hero», un retrato homenaje a su padre realizado mediante la técnica del puntillismo. He aquí el vídeo: