Posts Tagged ‘ España ’

El cielo desde El Teide

Realizado por Terje Sorgjerd, con una cámara Canon 5D Mark II, varios objetivos angulares y una dolly Dinamic Perception.

La paleta de Los Monegros

«Farmlands» de Edward Burtynsky (imagen tomada del diario The New York Times).

Larga vida al videoclip

Siendo como soy fiel amante de este género tantas veces condenado a la extinción, me alegra descubrir que se le van encontrando nuevas rentabilidades. Y es que, actualmente, gracias a las nuevas plataformas de difusión, los videoclips musicales se pueden comprar como piezas individuales. En tiendas digitales tipo iTunes, con la misma facilidad con la que se compra una canción, se puede adquirir un videoclip.

¿Habrán incidido estas novedades en la deprimente situación del videoclip español que retrataba el realizador Luis Cerveró en el 2007?

(Imagen tomada de http://www.tucamon.es)

LARGA VIDA AL VIDEOCLIP

Hace cinco años escribí junto a Lope Serrano un largo artículo bajo el pretencioso título de ’Por una cierta tendencia…’ en la desaparecida y muy reivindicable revista ’Scope’. El artículo en cuestión ponía sobre la mesa la desesperante situación del videoclip español, inculpando a todos los sectores que en nuestra opinión la provocaban: las discográficas, los músicos, las productoras, los realizadores, las televisiones y la SGAE. Sin embargo, pese al tono duro, incluso rabioso, el texto fue escrito en un momento de esperanza e ilusión. En 2002, parecía que algo estaba cambiando y el artículo terminaba dando a conocer a una serie de realizadores españoles que, según parecía entonces, iban a importar el fenómeno de directores estrella ocurrido en el mercado anglosajón en los noventa. Ya saben, Spike Jonze, Chris Cunningham, Michel Gondry, etc. De ahí la (ingenua) referencia al célebre artículo de Truffaut.

Han pasado cinco años y nada parece haber cambiado. Es más, me atrevería a decir que las cosas han ido a peor. Pero yo sí he cambiado, y lo que antes me parecía una conspiración judeo masónica para destruir un formato al que adoro, -el vídeo de promoción musical-, ahora me parece lo más normal del mundo. Y ante todo, he aprendido, o la vida me ha enseñado, que es muy triste lamentarse continuamente de la suerte y el destino de las cosas que te importan. Sí, las cosas están mal, pero no es grave y sobre todo, es perfectamente comprensible.

La industria musical, si es que se puede seguir hablando en esos términos, ya no nos necesita. Es una industria herida, mutante y ante todo muy desconcertada. Vivimos tiempos de continuas transformaciones, adaptaciones a nuevos formatos y canales de difusión. Y si bien hay muchas cosas que todavía están por definirse en las nuevas reglas del juego de la promoción, hay una que es clara y meridiana: la música ya no necesita a la televisión.

Es un problema de rentabilidad, y no hay que olvidar que el videoclip nunca fue nada más que un anuncio audiovisual de una canción, por muy sofisticado y artístico que este llegará a ser. Hace ya años que un directivo de una discográfica me dijo que comercialmente era más rentable anunciarse en un autobús que gastarse el mismo dinero en un videoclip. ¿Triste? Pues no, si eres diseñador gráfico. O músico.

En realidad siempre ha sido un misterio la rentabilidad comercial de un videoclip. Y ya hace muchos años que estos se siguen produciendo por una mezcla de inercia y de supuesto prestigio. Si estás en determinado sector de ventas, tienes que tener un video. Si no es así, puede dar la sensación de que no eres lo suficientemente importante en el mercado. Y este sí que es uno de los verdaderos problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad. El único valor de un clip musical, hoy en día, es su mera existencia. No importa ni la idea, ni su factura técnica, ni siquiera si apoya adecuadamente la imagen del grupo. La mayoría de las veces acabará troceado y reencuadrado en un spot de diez segundos para descargarse el politono.

Estoy generalizando, por supuesto, y no hace falta que incida en los peligros de toda generalización. En cualquier caso, el verdadero mal que nos afecta es la falta de criterio y compromiso estético a la hora de encargar un video musical. Pero, de nuevo, es perfectamente comprensible. Las discográficas están mucho más preocupadas en adivinar cuál es el nuevo soporte para la promoción audiovisual de la música (DVD, móvil, iPod, YouTube…) que en supervisar la calidad del producto. Ahora mismo están mucho más pendientes del continente que del contenido. Y nuestra función como realizadores y productores de imágenes es acompañarlas en esos palos de ciego hasta que todo se asiente y llegue el momento de serenarse y centrarse en lo que de verdad importa: la belleza y la coherencia de esas imágenes.

Es verdad que está siendo un momento muy duro, que estamos asistiendo, como realizadores, a verdaderos abusos y desplantes por parte de las discográficas. Cada vez nos pagan menos y peor; asumen nuestra capacidad de hombres orquesta de llevar la cámara, editar y postproducir en casa; nos tratan como cromos intercambiables; nos someten a concursos indignantes para las cifras que se manejan; y muchas veces nos dejan tirados sin ni siquiera llamar para decir que finalmente no se hará el vídeo. Son muchos los casos de compañeros míos de generación que han tirado la toalla, pese a ser amantes del formato, porque se sienten utilizados y ninguneados. Pero todo esto es perfectamente normal, porque, en definitiva, estamos asistiendo a la muerte del videoclip tal y como lo habíamos conocido. Es una lenta y triste agonía. Y nos queda el consuelo de saber que tras la muerte, vendrá la resurrección: ya sea por la web, por el móvil o por el iPod, la música seguirá necesitando de la imagen para su difusión comercial. Yo personalmente no entiendo porque se dice que esto supondrá una reconsideración en cuanto a calidad técnica y presupuestos de producción.

Pero si es así, pues habrá que adaptarse y punto.

Es un aburrimiento total estar siempre anclado en los problemas que afectan a los videoclips de nuestro país. Sí, es cierto, tenemos muchas dificultades, tenemos la colección completa, pero yo propongo dejarlas de lado, ya que hacerles frente es inviable, y seguir apostando por la pasión que, con todo, nos arrastra a seguir creyendo en lo que hacemos. Puede que no sea rentable, puede que no tengamos apoyo y que ni siquiera tenga demasiado sentido seguir con ello. Pero ¿por qué hay que regirse por estos términos comerciales? Hagamos aquello con lo que disfrutamos, dejándonos la piel como idiotas, y puede que incluso consigamos que, un buen día, un videoclip deje de ser tan sólo un jodido anuncio de un single discográfico.

El videoclip ha muerto. Larga vida al videoclip.

(publicado en el Suplemento Culturas de La Vanguardia, 7/2/2007)

Gervasio Sánchez, Desaparecidos

Foto de la muestra «Desaparecidos», del fotoperiodista Gervasio Sánchez (EFE).

El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) acoge desde hoy una exposición del fotografías de Gervasio Sánchez tomadas entre 1998 y 2010 sobre la desaparición forzosa de personas en países como Chile, Argentina, Perú, Colombia, El Salvador, Guatemala, Iraq, Camboya y Bosnia-Herzegovina.

Fuentes del CCCB han aclarado que la exposición «Desaparecidos» consta de 335 fotografías que Gervasio Sánchez ha organizado en tres exposiciones que se podrán ver simultáneamente en Madrid, León y Barcelona, y que incluyen asimismo instantáneas sobre la recuperación de cadáveres de desaparecidos durante la Guerra Civil y la dictadura del general Franco en las fosas comunes abiertas en los últimos años en España.

El Museo de Arte Contemporáneo de León inauguró el pasado sábado la muestra, el CCCB abre sus puestas al público hoy y la Casa Encendida de Obra Social Caja Madrid lo hará mañana.

«Desaparecidos» es un viaje aterrador por el lado más inhumano de la condición humana, que documenta algunos de los miles de casos de personas que luchan por encontrar a sus seres queridos, por averiguar quién los mató o por conseguir justicia.

Sánchez ha fotografiado el desconsuelo de los familiares de los desaparecidos a lo largo de todo el planeta, pero cabe destacar el dramatismo de las fotografías realizadas en la fosa de Al Mahwil (Iraq), donde en mayo de 2003, un mes después de la caída de Saddam Hussein, se abrió una fosa común con 3.000 seres personas -hombres, mujeres y niños- asesinados todos con un disparo en la cabeza.

El periodista rememora el dolor de quienes se acercaban para reclamar los huesos de un padre, un hermano, un abuelo o un primo y se marchaban cargando bolsas de plástico, como si vinieran de hacer la compra.

En las dictaduras de Chile, Argentina o Uruguay, así como en las democracias de Perú y Colombia, se utilizaron las desapariciones de personas, que provocan un gran impacto social y dejan una huella psicológica permanente en la conciencia de los familiares.

Los españoles también fueron víctimas de esta práctica sanguinaria durante la Guerra Civil y la dictadura del general Franco y parte de los familiares de las personas asesinadas todavía reclaman conocer el paradero de los restos de sus seres queridos.

La muestra se completa con la edición de sendos libros, «Desaparecidos» y «Víctimas del olvido», que incluyen una selección de las fotografías expuestas y una colección con 300 retratos de familiares de personas desaparecidas en diferentes lugares del mundo.

La Vanguardia, 1 de febrero de 2011

Enlaces relacionados:  «Desaparecidos» en el CCCB, blog de Gervasio Sánchez Los desastres de la guerra, artículo de cuando le concedieron el Premio Nacional de Fotografía en el año 2009.

Entrevista a Ángel Corella

Entrevista al bailarín y coreógrafo español Ángel Corella, artista principal del American Ballet Theatre, que desde hace años lucha por el reconocimiento de la danza en España.

Àngel Corella: «Ahora veo más probable mi compañía en Catalunya»

Corella, ayer en Barcelona (la fuente original no cita al autor de la foto. Quizá sea la misma periodista que firma el artículo, Maricel Chavarría).

El bailarín y coreógrafo apuesta por que el Real y el Liceu tengan una compañía estable «como un Barça y un Madrid»

Procedente de Pekín y con un espectáculo que ha convencido ya en Nueva York y Los Ángeles, Corella llegó ayer a Barcelona – «es como volver a casa, y no es un tópico»- dispuesto a seducir de una vez por todas al público y a las administraciones. Y si Artur Mas está por la labor de rescatar el ballet clásico -según dijo el bailarín-, el público puede sucumbir al reparto masculino de excepción de este Corella Ballet Castilla y León. Hablamos de Herman Cornejo (en la suite de Raymonda), Fernando Bufala, Dayron Vera, Kirill Radev o Aaron Robinson, su nuevo fichaje. Dos piezas de Christopher Wheeldon y el Soleà que María Pagés creó para Corella y su hermana Carmen completan el programa que se verá del 21 al 30 de enero en el teatro Tívoli.

Dejó a Barcelona con hambre cuando anuló el año pasado por indisposición. ¿Los nervios de actuar en Catalunya?

Tenía tantas ganas de que todo saliera bien que al ponerme las mallas para salir al escenario me di cuenta de que se me había olvidado comer. Y tras el espectáculo me cogió un bajón de azúcar.

Cambio de signo en la Generalitat. ¿Está moviendo hilos para plantear de nuevo su escuela y compañía en Catalunya?

De momento nos apoya Castilla y León y hay que ser prudentes, pero siempre estaré listo para crear un Barcelona Ballet… Ahora la veo más probable: una gran compañía y una gran escuela en las afueras de la ciudad; esa era la idea. Catalunya se lo merece. Es incomprensible que Barcelona, entre las más importantes ciudades del mundo, no pueda disfrutar de ese evento cultural.

José Carlos Martínez al frente de la Nacional de Danza. ¿Qué haría usted en su lugar?

Me da pena. Cuenta sólo con gente que lleva mucho tiempo bailando contemporáneo y no hay presupuesto para renovarla. Y dicen que quiere echar mano de mis bailarines… Por eso ni me planteé presentarme a la candidatura: es una locura. Supongo que hará ballets de repertorio pero con neoclásico o contemporáneo; un Romeo y Julieta,tal vez, o ballets donde el cuerpo de baile no sea importante y se contrate a la pareja principal. Es un gran coreógrafo de neoclásico y habrá visto la oportunidad de realizarse.

¿Y cómo encara la crisis?

Nos apretaremos el cinturón hasta que pase. En sólo tres años nos hemos posicionado como compañía, una de las más frescas e innovadoras del mundo. La danza en España empieza a resurgir de sus cenizas. Los teatros ven que da más dinero que la ópera. Es incomprensible que seamos el único país sin compañía estable en ninguno de sus teatros líricos.

Y mientras tanto va creciendo la diáspora de bailarines…

En nuestra compañía casi el 80% son españoles. Natalia Tapia, de Zaragoza; Marta Ludevid, catalana… Aaron Robinson, que ha querido unirse y dejar el Birmingham Ballet, es de familia catalana. Pero no hay presupuesto para traerlos a todos. Cuando se consideren esas dos compañías como estables en el Real y en el Liceu, y que sea una especie de Barça y Madrid, se creará más afición.

¿Le vienen a buscar los bailarines o ejerce de ojeador?

Vienen ellos. Cuando oyes que hay gente buena en una compañía quieres formar parte de eso. En cada ciudad a la que vamos hay 6 o 7 bailarines audicionando y son fantásticos, pero es que no tengo más sitio para solistas. Aaron, que es una estrella, ha acabado aceptando un contrato de solista. Es impresionante la cantidad de gente que quiere formar parte del proyecto, no sé si por mí, por la energía de la compañía, por el repertorio… Lo cierto es que tengo una joya.

Esta vez no firma nada y sólo bailará una pieza, Soleà.

Tal vez baile en DGV: Danse à grand vitesse,con música de Nyman. Mi papel en For 4 lo he tenido que ceder porque si no no puedo bailar Soleà.Pero esta es un pas de deux muy completo: en la primera parte, tan flamenca, Pagés se dedicó mucho a los brazos; y en la segunda, empieza a taconear, a dar palmas y castañuelas. «Aquí haz uno de esos saltos de El corsario»,me decía.

Coinciden varias películas sobre danza. ¿Qué le parece Natalie Portman en Black swan?¿La contrataría?

Como bailarina no creo; como actriz es fantástica. Me impactó. Sí que incurre en clichés ese thriller, pero al final tiene sentido: interpretando un papel, hay momentos en que sientes una locura momentánea. Cuesta deshacerte del personaje. Sales de un Romeo y Julieta intenso y llegas a casa devastado, como si hubieras muerto…

por Maricel Chavarría, La Vanguardia 18 de enero de 2011

Enlaces de interés: sitio web oficial de Ángel Corella (en el momento de publicar este post, no funciona), pequeño vídeo-reportaje que incluye momentos de sus ensayos, y artículo de prensa original.

Vivir del cuento

Actualmente podríamos citar a muchísimos ilustradores e ilustradoras que con sus dibujos además de amenizar un cuento, están creando verdaderas obras de arte. La calidad de sus trabajos es fruto del esfuerzo por encontrar un estilo propio, que acabó surgiendo tras una intensa dedicación y un fuerte compromiso y que, en muchos casos, siguen enriqueciendo. Y algunas viven de ello:


Reportaje emitido en el Telediario de RTVE (15/08/2010).

Valorando el patrimonio fotoperiodístico nacional

En el blog Punto de lectura de La Vanguardia, el periodista Enric Castelló escribe hoy sobre el fotógrafo catalán Agustí Centelles, cuyas imágenes de la guerra civil española supo proteger y dar a conocer internacionalmente en su momento. Reproduzco a continuación el artículo, pues además de que es interesante, comparto algunas reflexiones del autor, como la de que es necesario valorar adecuadamente (es decir, sostener) a los creadores de nuestro patrimonio cultural. Afortunadamente, respecto a Centelles, parece que el reconocimiento está encaminado.
19 de juliol, 1936. Carrers de Roger de Llúria i Diputació, Barcelona. (Arxiu Agustí Centelles)

19 de juliol, 1936. Carrers de Roger de Llúria i Diputació, Barcelona. (Arxiu Agustí Centelles)

EL CAZADOR DE IMÁGENES
Enric Castelló | 22/07/2009 – 11:46 horas

Agustí Centelles (Grao de Valencia 1909 – Barcelona 1985) es una figura aún poco reconocida en Cataluña y en España. Hay pocas obras que hablen de él y menos que reproduzcan sus instantáneas. Teresa Ferré es una de las investigadoras que más sabe del fotógrafo y de su producción: lleva un montón de años estudiándolos. Explica que mientras cursaba sus estudios de doctorado conoció al hijo de Centelles, quien le dejó un dietario inédito del padre para que lo analizara. Ferré terminó la tesis doctoral, ayudó a montar una exposición titulada Les vides del fotògraf (2006) y ahora prologa y anota el dietario recientemente publicado.

A mi me fascinó este caso. Suelo comentar con algunos compañeros que este es un ejemplo típico de aquí. En un país más preocupado por su historia cultural –pongamos Inglaterra, Francia o Alemania–, pienso que este dietario hace tiempo que habría estado recuperado, la figura de Centelles trabajadísima, habría una veintena de libros divulgativos y académicos, seguramente algún curso monográfico estable, sin duda habría habido alguna producción de calidad para la televisión, un reportaje o documental, no una sino diversas exposiciones y muchos más reconocimientos –Centelles es Premio Nacional de Artes Plásticas 1984. El dietario del fotógrafo tiene un valor indiscutible. Está dedicado a su hijo y se relatan las vivencias de su exilio y reclusión en los campos de concentración de Argelers y sobretodo de Bram. El valor es más periodístico que puramente literario; el hecho de dejar constancia de la huída, del trato recibido por las autoridades francesas –a menudo vejatorio-, del dramatismo de las precarias condiciones de vida, de los sentimientos de los derrotados. La redacción tiene un tono de crónica, a veces telegráfica, mezclada con la narración del sufrimiento producido por la separación de la mujer y el hijo (traducciones nuestras a partir del original en catalán): «Hoy a las diez y media de la mañana, mi hijito ha cumplido dos años. Tengo el corazón dolido por no poder estar a su lado, abrazarle y besarle y desearle muchos años de vida y más suerte de la que yo he tenido (31 de julio 1939).

Huir del gregarismo

Es de gran interés el resumen biográfico que Centelles decide escribir una vez en Bram (20 de abril de 1939). Explica en él su procedencia (padre de Llíria, Valencia, y madre de La Morera –entendemos de Montsant, en Tarragona), y como despunta en el mundo del fotoperiodismo. Relata su actitud de desmarcarse de lo que hacían los otros profesionales: «Allí donde sabia que los otros irían yo no iba, en cambio llevaba al periódico fotos de las cosas que para un periódico representaban el complemento de la página gráfica, que daban vida y se apartaban de la corriente, de la monotonía». Gran lección que los periodistas noveles deberían tener en cuenta. La gracia de Centelles estuvo en dejar testimonio gráfico de todo aquello que los periódicos dejaban de lado pero era de gran interés.

La forma cómo se trabajaba el reportaje gráfico en los años treinta es toda una curiosidad hoy en día. El reportero no sólo tenía que cargar con una pila de material, se tenia que informar de los lugares donde habrían actos, tenía que moverse por sus propios medios –a menudo a pie o en trasporte público si no disponía de coche o moto. Y Centelles tenia dos virtudes muy valiosas; en los actos protocolarios siempre intentaba como él dice «cazar la nota viva», es decir, evitar la foto protocolaria y fijarse en aquello desapercibido pero altamente significativo; y por otra parte hacer fotografía política y estar en todos las reyertas y actos políticos posibles. «Me he valido de trucos para entrar donde estaba vedado a los chicos de la prensa», comenta.

Un legado excepcional

Exiliado y recluido en Bram, Centelles instala un pequeño estudio improvisado en la barraca 62 del campo de concentración, donde malvive con un grupo de compañeros. Durante seis meses capta imágenes sobre la vida cotidiana de los presos; escenas de higiene personal, de tareas como la preparación de la comida o la reparación y limpieza de instalaciones, tiempo de ocio y descanso, retratos… Son instantes descriptivos y a la vez preñados de denuncia de la situación en que viven.

Por suerte, paralelamente al dietario pero inexplicablemente en otro volumen, se ha publicado una selección de estas fotos en La maleta del fotògraf. Centelles explicita en los escritos que hace fotoreportaje «para acompañar » el diario –o que aún justifica más que las imágenes y el diario se tengan que leer como un solo texto, forman parte de una unidad. Teresa Ferré indica que «el aspecto que hace extraordinario y único el legado de Agustí Centelles es el hecho que él mismo era uno de los miles de detenidos en aquellas instalaciones». Creo que está en lo cierto y esta condición del fotógrafo, al mismo tiempo preso, traspasa en cada imagen. La distancia entre el fotógrafo y lo que retrata se ha esfumado. Si bien podemos encontrar material gráfico sobre los campos de concentración en Francia, estas fotos de Centelles son excepcionales por haber estado tomadas y reveladas en el campo y por uno de los presos. Una mirada desde dentro.

Más ensayo, deseable

Si he de decir alguna cosa que encuentro a faltar tanto en el diario como en el volumen de fotografías seria un poco más de ensayo interpretativo: más datos sobre Centelles, más contexto sobre su obra, su significación y valor. El volumen con las imágenes lleva dos ensayos introductorios breves –uno de Francesc Espinet y Joan Manuel Tresserras, y otro de Teresa Ferré– que he encontrado acertados pero que no tienen el objetivo de ofrecer un estudio consistente sobre el autor y, en consecuencia, te dejan con ganas de más. El escrito introductorio del dietario es un simple relato de Ferré, mezclado con los agradecimientos oportunos, sobre cómo topó con el escrito. El material del dietario es todo un hallazgo que cabe celebrar, pero entiendo que queda pendiente una obra definitiva de Centelles para un público amplio. La condición de fotógrafo ayudó a Centelles a salir del campo y a poder seguir ganándose la vida primero en Francia, más tarde en Barcelona. Según relata Ferré en una nota final al dietario, en Carcasona Centelles formó parte de la Resistencia contra los nazis. Pero en el año 1944 tuvieron lugar detenciones por parte de la Gestapo y huyó a Cataluña. Se instaló en Reus donde trabajó en un horno de pan hasta que a finales de los cuarenta reinició su tarea como fotógrafo, ahora industrial y publicitario. Centelles fue por suerte celoso de su archivo, que restó guardado en Carcasona. Tras la muerte de Franco, volvió a por él y fue expuesto.

La aparición de estas dos novedades editoriales este año, setenta aniversario del fin de la Guerra Civil y centenario del nacimiento de Agustí Centelles, es un gran acierto.

A continuación, un breve reportaje sobre la exposición que programó el Palau de la Virreina (Barcelona) en 2007, la cual fue visitada por más de 30.000 personas e inspiró otras exposiciones, la última de las cuales puede verse actualmente en Paris.

Aparte de los libros que se mencionan en el artículo e Internet, puede encontrarse más información sobre Agustí Centelles y sus fotografías en otros dos libros publicados anteriormente, Agustí Centelles: la lucidez de la mejor fotografía de guerra (T.F. Editores, 1999) y Agustí Centelles (Photobolsillo, La Fábrica, 2006) . Además existe un documental realizado por una productora catalana hace varios años (antes del «boom» Centelles), pero no consigo dar con él…

30 de noviembre 2009: Hay novedades (1 y 2) respecto al destino del valioso archivo fotográfico de Centelles.

El cazador de imágenes
Enric Castelló | 22/07/2009 – 11:46 horas

Enric Castelló Agustí Centelles (Grao de Valencia 1909 – Barcelona 1985) es una figura aún poco reconocida en Cataluña y en España. Hay pocas obras que hablen de él y menos que reproduzcan sus instantáneas. Teresa Ferré es una de las investigadoras que más sabe del fotógrafo y de su producción: lleva un montón de años estudiándolos. Explica que mientras cursaba sus estudios de doctorado conoció al hijo de Centelles, quien le dejó un dietario inédito del padre para que lo analizara. Ferré terminó la tesis doctoral, ayudó a montar una exposición titulada Les vides del fotògraf (2006) y ahora prologa y anota el dietario recientemente publicado.

A mi me fascinó este caso. Suelo comentar con algunos compañeros que este es un ejemplo típico de aquí. En un país más preocupado por su historia cultural –pongamos Inglaterra, Francia o Alemania–, pienso que este dietario hace tiempo que habría estado recuperado, la figura de Centelles trabajadísima, habría una veintena de libros divulgativos y académicos, seguramente algún curso monográfico estable, sin duda habría habido alguna producción de calidad para la televisión, un reportaje o documental, no una sino diversas exposiciones y muchos más reconocimientos –Centelles es Premio Nacional de Artes Plásticas 1984. El dietario del fotógrafo tiene un valor indiscutible. Está dedicado a su hijo y se relatan las vivencias de su exilio y reclusión en los campos de concentración de Argelers y sobretodo de Bram.. El valor es más periodístico que puramente literario; el hecho de dejar constancia de la huída, del trato recibido por las autoridades francesas –a menudo vejatorio-, del dramatismo de las precarias condiciones de vida, de los sentimientos de los derrotados. La redacción tiene un tono de crónica, a veces telegráfica, mezclada con la narración del sufrimiento producido por la separación de la mujer y el hijo (traducciones nuestras a partir del original en catalán): «Hoy a las diez y media de la mañana, mi hijito ha cumplido dos años. Tengo el corazón dolido por no poder estar a su lado, abrazarle y besarle y desearle muchos años de vida y más suerte de la que yo he tenido (31 de julio 1939).

Huir del gregarismo

Es de gran interés el resumen biográfico que Centelles decide escribir una vez en Bram (20 de abril de 1939). Explica en él su procedencia (padre de Llíria, Valencia, y madre de La Morera –entendemos de Montsant, en Tarragona), y como despunta en el mundo del fotoperiodismo. Relata su actitud de desmarcarse de lo que hacían los otros profesionales: «Allí donde sabia que los otros irían yo no iba, en cambio llevaba al periódico fotos de las cosas que para un periódico representaban el complemento de la página gráfica, que daban vida y se apartaban de la corriente, de la monotonía». Gran lección que los periodistas noveles deberían tener en cuenta. La gracia de Centelles estuvo en dejar testimonio gráfico de todo aquello que los periódicos dejaban de lado pero era de gran interés.

La forma cómo se trabajaba el reportaje gráfico en los años treinta es toda una curiosidad hoy en día. El reportero no sólo tenía que cargar con una pila de material, se tenia que informar de los lugares donde habrían actos, tenía que moverse por sus propios medios –a menudo a pie o en trasporte público si no disponía de coche o moto. Y Centelles tenia dos virtudes muy valiosas; en los actos protocolarios siempre intentaba como él dice «cazar la nota viva», es decir, evitar la foto protocolaria y fijarse en aquello desapercibido pero altamente significativo; y por otra parte hacer fotografía política y estar en todos las reyertas y actos políticos posibles. «Me he valido de trucos para entrar donde estaba vedado a los chicos de la prensa», comenta.

Un legado excepcional

Exiliado y recluido en Bram, Centelles instala un pequeño estudio improvisado en la barraca 62 del campo de concentración, donde malvive con un grupo de compañeros. Durante seis meses capta imágenes sobre la vida cotidiana de los presos; escenas de higiene personal, de tareas como la preparación de la comida o la reparación y limpieza de instalaciones, tiempo de ocio y descanso, retratos… Son instantes descriptivos y a la vez preñados de denuncia de la situación en que viven.

Por suerte, paralelamente al dietario pero inexplicablemente en otro volumen, se ha publicado una selección de estas fotos en La maleta del fotògraf. Centelles explicita en los escritos que hace fotoreportaje «para acompañar » el diario –o que aún justifica más que las imágenes y el diario se tengan que leer como un solo texto, forman parte de una unidad. Teresa Ferré indica que «el aspecto que hace extraordinario y único el legado de Agustí Centelles es el hecho que él mismo era uno de los miles de detenidos en aquellas instalaciones». Creo que está en lo cierto y esta condición del fotógrafo, al mismo tiempo preso, traspasa en cada imagen. La distancia entre el fotógrafo y lo que retrata se ha esfumado. Si bien podemos encontrar material gráfico sobre los campos de concentración en Francia, estas fotos de Centelles son excepcionales por haber estado tomadas y reveladas en el campo y por uno de los presos. Una mirada desde dentro.

Más ensayo, deseable

Si he de decir alguna cosa que encuentro a faltar tanto en el diario como en el volumen de fotografías seria un poco más de ensayo interpretativo: más datos sobre Centelles, más contexto sobre su obra, su significación y valor. El volumen con las imágenes lleva dos ensayos introductorios breves –uno de Francesc Espinet y Joan Manuel Tresserras, y otro de Teresa Ferré– que he encontrado acertados pero que no tienen el objetivo de ofrecer un estudio consistente sobre el autor y, en consecuencia, te dejan con ganas de más. El escrito introductorio del dietario es un simple relato de Ferré, mezclado con los agradecimientos oportunos, sobre cómo topó con el escrito. El material del dietario es todo un hallazgo que cabe celebrar, pero entiendo que queda pendiente una obra definitiva de Centelles para un público amplio. La condición de fotógrafo ayudó a Centelles a salir del campo y a poder seguir ganándose la vida primero en Francia, más tarde en Barcelona. Según relata Ferré en una nota final al dietario, en Carcasona Centelles formó parte de la Resistencia contra los nazis. Pero en el año 1944 tuvieron lugar detenciones por parte de la Gestapo y huyó a Cataluña. Se instaló en Reus donde trabajó en un horno de pan hasta que a finales de los cuarenta reinició su tarea como fotógrafo, ahora industrial y publicitario. Centelles fue por suerte celoso de su archivo, que restó guardado en Carcasona. Tras la muerte de Franco, volvió a por él y fue expuesto.

La aparición de estas dos novedades editoriales este año, setenta aniversario del fin de la Guerra Civil y centenario del nacimiento de Agustí Centelles, es un gran acierto.